DC, a mediados de los 80, era buen lugar donde estar. El cómic americano tuvo allí uno de los mayores y mejores momentos creativos de su historia. Desde aquellos que quisieron ampliar el mainstream mas allá de los superhéroes, hasta los que quisieron hacer cosas nuevas con los heroes de toda la vida, viéndolos desde nuevos puntos de vista, o hibridándolos con otros géneros, para hacer cosas distintas.
En este ultimo campo se encuentra el Escuadrón Suicida, una serie inteligente y diferente, no tan conocida como otras de su generación, pero tan buena o mejor como ellas, y altamente apreciada como obra de culto.
Para hablar del Escuadrón, antes hay que hablar de su guionista, el genial John Ostrander. Aquellos que lo conozcan por sus trabajos en Marvel como Heroes de Alquiler o Bishop pueden llevarse una confusión, pues el Ostrander de Marvel apenas le llega a la suela de los zapatos al que solía trabajar en DC o First.
Para esta ultima compañía hizo su primer trabajo, Grimjack, una serie que fue un gran éxito dentro de esta editorial independiente, pero que se vio truncada por el cierre de la compañía. En DC se dieron cuenta de su talento, y tras Legends se encargó de relanzar tres de las propiedades de la compañía por las que nadie daba un euro, renovándolas por completo: Firestorm, Manhunter y el Escuadrón Suicida que aquí nos ocupa. Tras la cancelación de estas, vino Espectro, que fue sin duda una de las mejores series de la DC no-Vértigo de mediados de los 90, con diferencia. Tras 62 números de reflexiones sobre la fe y la moral, Ostrander terminó su historia, y en un gesto sin precedentes, DC le dejó cerrar la serie pese a tener buenas ventas, honrando el trabajo único que había logrado.
Después de esto, le ha dedicado una serie al Detective Marciano, que nunca llegó a cuajar y ha sido cancelada por falta de ventas, además de algunos trabajos flojos para Marvel y dos miniseries, Kents y Blaze of Glory, dos muy buenos westerns.
Los únicos factores comunes entre todos estos trabajos eran que todos eran visiones nuevas y muy distintas entre sí, haciendo personajes creíbles e interesantes, siempre analizando aspectos de la vida que otros guionistas rehuyen, y áreas de moralidad gris en las que muy pocos se meten. Y siempre recuperando personajes y conceptos de lugares muy variopintos de los universos donde trabaja, pero dándoles nuevos enfoques, tratándolos de manera mas madura, más inteligente.
Ostrander (muchas veces con ayuda de su difunta esposa, Kim Yale) es uno de los guionistas que mejor y de manera más madura ha tratado a los superheroes, y aunque nunca haya trabajado en series muy conocidas, y de poca duración, si ves una serie con su nombre, es garantía de muy buenas historias.
Originalmente, el Escuadrón Suicida era un grupo de 4 aventureros, bastante similares a otras series de DC de la época como Challengers of the Unknow o Sea Devils, esta primera serie fue creada por Robert Kanigher y Ross Andru, debutando en The Brave an the Bolt # 25 (agosto 1959).
Pero cuando Ostrander los relanzó en el 87, les dio un planteamiento nuevo, tan simple como eficaz: se podría resumir como una mezcla entre Doce del Patíbulo y Misión: Imposible, pero con superhumanos. Es decir, se cogía a un grupo de supervillanos, y se les hacia una oferta: a cambio de cumplir una peligrosa y sucia misión para el gobierno, se te conmutará la sentencia. Añade algunos heroes con motivaciones oscuras, como vigilantes, tensiones internas, problemas externos, tramas políticas, humor y muerte y tenias la receta de un cóctel explosivo y casi perfecto.
Pese a que la serie seguía una fórmula, siempre había suficientes alteraciones para que no se repitiera nunca. Muchas veces, la misión acababa yéndose al garete, debido a traiciones o problemas dentro del grupo o a villanos demasiado listos. Y aunque consiguieran la misión, era a costa de dejar el cadáver de uno de sus miembros por el camino. Siempre tenían un sabor amargo al final. Pese a esto, la serie nunca se volvía demasiado oscura, debido al sentido del humor que tenia, que solía salir de los diálogos de los personajes. Como ellos, algunos eran desenfadados y desmadrados, otros cínicos y brutales, pero igualmente ingeniosos y memorables.
Precisamente de eso iba Escuadrón Suicida, de un perfecto equilibrio entre el blanco y negro, el drama y el humor, la alegría y la muerte. Los villanos eran unos bastardos irredimibles, y eso quedaba muy claro, aquí los villanos no se vuelven buenos para hacerlo todo más bonito. Pero a pesar de eso, eran tan humanos, y resultaban tan divertidos e intrigantes como cualquier héroe.
Igualmente, los heroes tenían muchas veces un lado oscuro, unos defectos que los hacían más tridimensionales e interesantes de lo que nunca habían sido. El propio gobierno de los EEUU tampoco era malo o bueno, sino que tenia gente de todas clases, desde idealista a corrupta.
De hecho, la política jugaba un papel muy importante en la serie, tratada de manera tan compleja que daba la impresión de que Ostrander podría escribir perfectamente libros dedicados al tema sin nada que envidiar a nadie: Conspiraciones dentro del gobierno mucho antes de que se pusieran de moda, chantajes mediáticos, corrupción, terroristas orientales, guerras santas, la caída de la Unión Soviética y los movimientos que eso conllevaba... Todo eso mezclado con su opuesto, el colorido mundo del Universo DC que campaba con igual comodidad que la política: demonios, alienigenas, otras dimensiones, superhumanos de toda clase... Muchísimos y muy dispares personajes de toda la historia de DC pasearon por la serie, aportando variedad, y una vision distinta.
Y esas no son todas las cosas únicas. En esta serie, la muerte iba en serio. Cuando un personaje moría, la gran mayoría de las veces se quedaba muerto, fuera villano o héroe, recién creado o veterano, reclutado para morir o fijo de la serie. Cualquiera podía caer en la siguiente misión. Igualmente, aparte de los geniales diálogos y caracterizaciones, y las misiones sorprendentes, cada número tenia mas de media docena de subtramas y argumentos recurrentes que iban desarrollándose poco a poco, a medio o largo plazo, culminando cuando menos te lo esperas. Era una serie muy bien pensada, a largo plazo, y sin apenas impedimentos.
Quizá la única pega podía ser el dibujo, ya que Luke McDonell (que quizá algunos recuerden de una etapa en Iron Man a mediados de los 80) tenia un estilo bastante feo, fallando a veces en la anatomía, aunque fue mejorando mucho, y le daba a la serie un aspecto y un tono único, siendo igualmente capaz mostrando mallas de colores o trajes militares, misiones en Oriente Medio o en Apokolips. Sus sustitutos, Miehm, Isherwood y Snyder, tampoco eran asombrosos, pero también hacían un trabajo bastante aceptable, y cada vez mejor.
En definitiva, era una serie que bien podríamos considerar única, con muchísimos elementos atractivos, y que es una lástima que solo se publicaran los primeros 26 números en España. Los 40 restantes eran aun mejores.
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