USA 1953
Director: William Cameron Menzies.
Productora: National Pictures, distribuida por 20th Century Fox.
Productores: Edward L. Alperson y Ed L. Alperson.
Guión: Richard Blake.
Fotografía: John Seitz.
Música: Raoul Kraushaar.
Diseño de producción: William Cameron Menzies.
Efectos especiales: Jack Cosgrove, Jack Rabin, Irving Block y Howard Lydexker.
Intérpretes: Helena Carter, Arthur Franz, Jimmy Hunt, Leif Erickson, Hillary Brooke, Morris Ankrum, Max Wagner, Bill Phipps, Milburn Stone, Janine Perreau.
Duración: 82 minutos. Color.
Parece cuando menos extraño, que se tenga a esta pelicula en un pedestal, ya que solo su primera media hora es interesante. Tampoco tiene el status de mitica, sus propios defectos y burradas han influido demasiado para considerarla un titulo de oro, con revervas, de esos locos años cincuenta.
A favor tiene la presencia de bastantes personas de peso, principalmente el director y diseñador artistico, un autor en toda regla cuyo principal contacto anterior con el fántastico es la interesantisima La vida futura (1936) recordado por su labor en los decorados, es realmente soberbia.
Es en esa creación de un espacio de decorados coloristas, donde nada puede evitar el rendirse ante su gran trabajo. Aquel camino, aquella valla rota al lado de un árbol, la arena que se abre y traga literalmente a los personajes y el juego de profundidad de campo en el cuartel de policia (talento visual al servicio de una mirada infantil).
Un niño aficionado a la astronomía nota un resplandor en la noche, que resulta ser una nave de origen extraterrestre que ha caido al final del sendero que lleva a su casa. Al dia siguiente, su padre, madre y maestra irán, o serán obligados a ir, al tétrico lugar, desapareciendo y volviendo con una extraña cicatriz en la nuca y una personalidad diferente. ¿Les controlan mentalmente o son marcianos introducidos en los vacios cascarones humanos? Poco importan las respuestas, los apuntes de los raros que son los adultos, de el mal de lo cotidiano, se esfuma al entrar en acción los militares y tener el espectador contacto con el interior del platillo volante, desde ese fatidico momento el tedio se apodera de la función.
El careto con tentáculos adormece con interminables primeros planos y los dos fulanos de chandal de franela verde y ojos saltones corren de un lado a otro con trabucos siderales iluminando rocas de cartón piedra en la repetición infinita de una misma escena, repetida una y otra vez para configurar la hora y veintidós minutos del metraje.
El aburrimiento y el desespero de la audiencia incluyen, inexplicablemente, el penoso trabajo de Menzies en el interior del OVNI. Es hora de reconsiderar los méritos de esta cinta, sopesarlos con sus delirios nada divertidos y poner las cosas en su sitio.
Director: William Cameron Menzies.
Productora: National Pictures, distribuida por 20th Century Fox.
Productores: Edward L. Alperson y Ed L. Alperson.
Guión: Richard Blake.
Fotografía: John Seitz.
Música: Raoul Kraushaar.
Diseño de producción: William Cameron Menzies.
Efectos especiales: Jack Cosgrove, Jack Rabin, Irving Block y Howard Lydexker.
Intérpretes: Helena Carter, Arthur Franz, Jimmy Hunt, Leif Erickson, Hillary Brooke, Morris Ankrum, Max Wagner, Bill Phipps, Milburn Stone, Janine Perreau.
Duración: 82 minutos. Color.
Parece cuando menos extraño, que se tenga a esta pelicula en un pedestal, ya que solo su primera media hora es interesante. Tampoco tiene el status de mitica, sus propios defectos y burradas han influido demasiado para considerarla un titulo de oro, con revervas, de esos locos años cincuenta.
A favor tiene la presencia de bastantes personas de peso, principalmente el director y diseñador artistico, un autor en toda regla cuyo principal contacto anterior con el fántastico es la interesantisima La vida futura (1936) recordado por su labor en los decorados, es realmente soberbia.
Es en esa creación de un espacio de decorados coloristas, donde nada puede evitar el rendirse ante su gran trabajo. Aquel camino, aquella valla rota al lado de un árbol, la arena que se abre y traga literalmente a los personajes y el juego de profundidad de campo en el cuartel de policia (talento visual al servicio de una mirada infantil).
Un niño aficionado a la astronomía nota un resplandor en la noche, que resulta ser una nave de origen extraterrestre que ha caido al final del sendero que lleva a su casa. Al dia siguiente, su padre, madre y maestra irán, o serán obligados a ir, al tétrico lugar, desapareciendo y volviendo con una extraña cicatriz en la nuca y una personalidad diferente. ¿Les controlan mentalmente o son marcianos introducidos en los vacios cascarones humanos? Poco importan las respuestas, los apuntes de los raros que son los adultos, de el mal de lo cotidiano, se esfuma al entrar en acción los militares y tener el espectador contacto con el interior del platillo volante, desde ese fatidico momento el tedio se apodera de la función.
El careto con tentáculos adormece con interminables primeros planos y los dos fulanos de chandal de franela verde y ojos saltones corren de un lado a otro con trabucos siderales iluminando rocas de cartón piedra en la repetición infinita de una misma escena, repetida una y otra vez para configurar la hora y veintidós minutos del metraje.
El aburrimiento y el desespero de la audiencia incluyen, inexplicablemente, el penoso trabajo de Menzies en el interior del OVNI. Es hora de reconsiderar los méritos de esta cinta, sopesarlos con sus delirios nada divertidos y poner las cosas en su sitio.
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