domingo, 30 de junio de 2013

Capitán América # 4

Tras el abandono del Capitán América por parte del hombre que lo habia relanzado años atrás, Ed Brubaker, un nuevo equipo creativo se hizo cargo de narrar las nuevas historias del personaje. Los encargados fueron Rick Remender y John Romita Jr, para ello dieron un giro radical a la trama, situando al Centinela de la Libertad en un mundo distópico y peligroso conocido como la Dimensión Z.
Han pasado once años y como descubrimos en el número anterior y no sin cierta sorpresa, su archienemigo Zola le ha implantado en el pecho una placa electrónica con el rostro del villano, esta placa funciona como una entidad consciente, una especie de virus que amenaza la cordura y la misma vida de Steve Rogres.
El Capi y su hijo adoptivo Iam, al que arrebató de los laboratorios del villano, salen de caza para alimentar a la tribu que les dan cobijo los Phrox, mientras son atacados por un grupo de mutados de Zola a los que derrota y en su nave, encuentra algo con lo que siempre soñó, un mapa que los devolverá a la Tierra.
La otra hija de Zola, influenciada por el villano, se convierte en una asesina letal consumida por el odio y su misión será acabar con el Capitán América a cualquier precio.
La serie avanza con paso firme, Remender se toma su tiempo y entre la acción en la funesta dimensión, nos relata una parte más intimista sobre la ninez de Rogers, y como este para conseguir medicinas para su madre, roba en una farmacia, y aún asi es capaz de hacer frente a su conciencia con valentia y determinación.
También aprovecha para mostrarnos algo de la juventud de Zola, en este caso como uso a su mujer Mary, como conejillo de indias en sus crueles experimentos. Asi comprobamos la dualidad de los antagonistas, la nobleza de Steve y la falta de humanidad de Zola, que en manos de Remender se está convirtiendo en uno de los villanos más terribles del Universo Marvel.
Gráficamente el trabajo de Romita Jr, sigue siendo excelente, con un ritmo frenético en las escenas de acción y más pausado en su retrato de las desventuras del joven Rogers en un barrio de Manhattan durante la Gran Depresión. No me quiero olvidar del mitico Klaus Janson, sobresaliente en las tintas.
Serie muy entrenida e innovadora, que avanza con paso firme y que en el futuro se deslumbra un desenlance apoteósico.

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