martes, 13 de septiembre de 2011

El Doctor Frankenstein

FRANKENSTEIN
USA 1931
Director: James Whale.
Productora: Universal.
Productor: Carl Laemmle Jr.
Guión: Garret Fort, Edward Faragoh, John L. Balderston según la obra de teatro de Peggy Webling basada en la novela de Mary W. Shelley.
Fotografía: Arthur Edeson.
Música: David Broekman y Charles D. Hall.
Intérpretes: Boris Karllof. Colin Clive, Mae Clarke, Dwight Frye,John Boles, Edward Van Sloan, Frederick Kerr.
Duración: 71 minutos. B/N.

Puede decirse que el célebre relato de Mary Shelley, Frankenstein o el moderno Prometeo, inventado en la quinta ginebrina de Lord Byron la noche del 14 de junio de 1816, se convirtió en una máquina de disparar historias desde que dos años más tarde apareciera publicado en Londres.
La macabra y morbosa fantasía no es una obra maestra de la literatura, pero ha sabido conectar con ocultos mecanismos del incosciente y simbolizar una serie de temores innatos en el hombre. Frankenstein, el monstruo no es sólo un emblemático mito romántico, también lo es de la soledad del hombre moderno, librado a sus propias fuerzas, perversamente creado y posteriormente ignorado por un dios olvidadizo.
Tan sólo cinco años después de su primera publicación, llovieron las adaptaciones teatrales del personaje. Hasta 1900 fueron ocho las versiones entre las que se contabilizaban dos parodias y una comedia musical. Fue el sonado éxito de la versión de Peggy Webling de 1930 la que provocó la carismática adaptación cinematográfica de James Whale. Previamente, el monstruo había sido llevado a la pantalla en tres ocasiones, dos en los Estados Unidos (1910 y 1915) y una en Italia (1920).

En un principio se pensó en Bela Lugosi, entonces en la cumbre de la popularidad por su interpretación de Drácula (1931), para que encarnara al monstruo, pero el húngaro se negó a aceptar el papel alegando que sus admiradores no le reconocerian bajo ese disfraz.
Afortunadamente, los directivos de la Universal  aceptaron la propuesta de Whale y muy ptonto el maquillador Jack Pierce empezó a experimentar sobre la cetrina piel del veterano William Prat, conocido profesionalmente como Boris Karloff.
Fue una suerte, porque nadie como Karloff supo imbuir a la patética criatura esa mezcla de horror y candor insuperable. Años más tarde, en Inglaterra Terence Fisher ofrecería una serie de visiones menos poéticas del mito.
Como si se tratase de una extraña reacción, fueron muchos los elementos para lograr los fascinantes resultados de El Doctor Frakenstein: Karloff y un excelente puñado de actores, Colin Clive, Dwight Frye, John Boles; el trabajo de Pierce, convertido desde entonces en uno de los mejores maquilladores de la industria; el director de fotografía Arthur Edeson que dota a la pelicula de una estudiada iluminación expresionista; los barrocos y torturados decorados de Herman Rosse y la ajustada dirección de Whale.
Con todo, a la Universal el argumento del film le parecia demasiado explosivo, Carl Laemmle padre, tuvo bastantes discusiones con su hijo por esa razón.

La advertencia que Edward Sloan realiza al principio de la pelicula acerca de lo aterradora que puede resultar su visión es hija directa de este miedo antes que un hábil truco publicitario.
Mucho menos moralista que su original literario, el film da comienzo con el robo de un cadaver en un cementerio, el joven doctor Henri Von Frankenstein está tratando de crear vida a través de fragmentos de cuerpos muertos. Un dia se produce un tremendo error, al cual es ajeno el cientifico: su asistente, en lugar de traerle un cerebro sano, le proporciona el de un asesino, y asi la criatura abre los ojos en una noche de tormenta.

Pronto nos daremos cuenta de que Frankesnstein ha creado un monstruo que en su rebelde inconsciencia, asesina al ayudante del doctor y a una niña, cuya muerte es una de las escenas más terriblemente poéticas del film. Finalmente también el monstruo perecerá en un incendio en medio de una aterradora persecución.
Aunque no se trate de la versión más imaginativa del relato de Shelley, ya que fue superada por su secuela La novia de Frankenstein (1935), esta fábula del cientifico que jugó a ser Dios, abre brillantemente las puertas del cine fantástico de los años 30 y 40 y es una de las más bellas e inquietantes muestras del género.

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